Seguramente cuando has estado mal, apareció en tu camino un libro de autoayuda, algún video, métodos, cursos, talleres, terapeutas que te dicen qué es lo que tienes que hacer para sanar y ser feliz, describen exactamente lo que te pasa, por qué sucede y lo que necesitas hacer en tu vida para sentirte mejor.
Muchas veces estas “apariciones” realmente nos permiten transformar nuestra vida y dejar atrás aquellos malestares que parecían no tener solución. Pero en ocasiones, aunque comprendemos sus mensajes y le pongamos todo nuestro esfuerzo, practicando, incorporando técnicas, intentando llevar a la vida diaria lo que sabemos necesitamos hacer, quedamos a mitad de camino, caemos en la inercia de sentirnos siempre igual, pero ahora, tal vez, con mayor frustración, al no poder hacer lo que sabemos necesitamos.
Sin querer entramos en una lucha interna contra nosotros mismos, con esa parte que queremos erradicar. Una guerra en donde las emociones y el malestar nos inundan cada vez más, hasta llegar a la desesperación, sin saber qué camino tomar, qué más hacer, agravando la situación y generando más de lo mismo.
Ya sabemos que en una guerra todos pierden, y en esta, además, los dos bandos en lucha son partes de nosotros mismos, por lo cual el resultado será inexorablemente, sentirnos cada vez peor. Es indudable que nos alejará cada vez más del anhelado bienestar, más bien crearemos desorientación, incertidumbre, miedo y una gran desvalorización con culpa por no poder cambiar.
A partir de las experiencias de tantos años acompañando procesos de sanación, creo profundamente en la necesidad de dos factores para lograr transformar nuestras vidas. Uno es tomar consciencia, comprender que lo sentido, lo vivido no es mala suerte, ni el “destino”, ni que existen culpables por nuestros malestares. Estamos repitiendo programas inconscientes de “supervivencia“, reiteramos situaciones y emociones de ancestros que no lograron resolver sus conflictos, y que hoy nosotros tenemos la oportunidad de sanar. Mecanismo perfecto para “despertar”, recuperar nuestro poder de cambiar la realidad, desde la verdadera y profunda aceptación-agradecimiento-expansión.
El otro factor de transformación es cambiar. Lo que vivimos, nuestras experiencias las necesitamos para aprender y cambiar. Pero el cambio no merece una lucha que terminará por agotarnos y rendirnos, sino la comprensión de los programas heredados, para así poder incorporarlos, aceptarlos sin juicios, logrando entonces la libertad de acción en consciencia a favor de nuestro bienestar. Si hacemos lo que nos hace sentir bien, seguramente nos sentiremos bien, pero habitualmente hacemos lo contrario.
La transformación interior es un acto de puro amor, la sanación es un reencuentro con nosotros mismos, el crecimiento es la integración, el aprendizaje sin juicios, experimentando el poder de creación de nuestro SER.
Graduarse de una experiencia de vida, es justamente lo contrario de pelearse contra ella, será necesario comprender su “sentido”, el para qué me está ayudando, integrarla con agradecimiento y luego accionar de una manera diferente para vivir desde una nueva consciencia desde la absoluta paz. Entonces ya no será necesario repetir la experiencia ni los malestares.
Como todo proceso serán necesarios varios elementos para que suceda, a veces es importante un acompañante que nos facilite poder “ver” lo que está oculto en nosotros, que nos acompañe a abandonar nuestras guerras, ofreciéndonos la oportunidad de crecer en consciencia y tomar nuestras propias decisiones y acciones, sabiendo que este acompañante también es parte del proceso y que estamos sanando juntos, solo entonces el aprendizaje alcanzará a todos.
No olvides, la magia y el poder siempre están en tu interior, solo necesitas descubrirlo y transformarte.
Fabián Garella